Plantas de papiro.

Inventos ingeniosos – El papel

La humanidad ha utilizado materiales para guardar ideas y almacenar información desde tiempo inmemorial - largo tiempo antes de que existiera la escritura ya se utilizaban la piedra, corteza de árboles y pieles de animales sin tratar. Los sumerios utilizaban tablillas de arcilla, que cocían después de escribir sobre ellas. Sin embargo, casi todas las superficies primitivas sobre las que dibujar o escribir tenían dos problemas fundamentales: eran pesadas, y ocupaban mucho espacio. Era relativamente fácil plasmar una pequeña cantidad de información sobre ellas, pero almacenar -por ejemplo- una biblioteca entera suponía un volumen gigantesco, y la imposibilidad en la práctica de llevarla a ningún sitio.

Plantas de papiro.
Plantas de papiro. Crédito: Wikipedia (GPL).

Poco a poco surgieron materiales más prácticos como soportes para la escritura, unos de origen vegetal y otros animal. Hacia el año 3.000 a.C. los egipcios inventaron el papiro, de donde proviene el nombre de “papel”. Lo fabricaban a partir de las plantas de papiro, una especie de junco que crece en las orillas de muchos ríos africanos: entrelazando fibras de esta planta, los artesanos creaban una especie de red muy fina. A continuación la comprimían, y los jugos pegajosos que se extraían de las fibras cohesionaban la red y la convertían en una superficie consistente. Finalmente, frotaban una de las dos caras de la superficie sobre rocas para hacerla suave. La calidad que obtenían era excelente, y permitía escribir sobre el papiro con una gran precisión. Además, al ser simplemente un conjunto de fibras vegetales entrelazadas y pegadas, era muy ligero y podía plegarse fácilmente.

Desde luego, las culturas que vivían lejos de las plantas adecuadas no podían fabricar papiro. Muchos pueblos utilizaban pieles de animales directamente o después de curtirlas, aunque estas superficies eran, como puedes imaginar, mucho más burdas que el papiro. El primer tipo de soporte animal de calidad fue desarrollado, irónicamente, como una alternativa al papiro: cuando se construyó la gran Biblioteca de Alejandría, se empezaron a escribir (y copiar) tal cantidad de libros hechos de papiro que la demanda de estas plantas creció exponencialmente. Se recolectaron en las riberas del Nilo hasta casi la extinción, y los precios eran exorbitantes.

Todo esto eran horribles noticias para Pérgamo, ciudad griega del Asia Menor que pretendía construir una biblioteca rival de la de Alejandría. ¿Cómo iban a poder hacerlo si los alejandrinos utilizaban todo el papiro y lo poco que exportaban tenía precios inaceptables? Los griegos de Pérgamo refinaron el proceso de curtido de pieles y empezaron a utilizar el pergamino (cuyo nombre viene de Pérgamo, claro). Se trataba la piel con cal, se tensaba y se secaba de manera que era mucho más suave y fina que cualquier otra piel anterior, y se convirtió en una alternativa algo más barata que el papiro.

Independientemente de todo esto, los pueblos mesoamericanos crearon su propio tipo de “papel”, utilizando la corteza de ciertos árboles (como algunos ficus) para fabricar el papel amate. Varios códices Mayas y Aztecas están escritos en papel amate, y este tipo de papel sigue utilizándose hoy en día por artistas mexicanos: sin embargo, el papel amate nunca se extendió por el resto del mundo, ni se perfeccionó como el que utilizamos mayoritariamente.

El problema del papiro, el pergamino y otras alternativas como la seda (que se utilizaba en China) era que, por un lado, eran caros y, por otro, la cantidad que se podía producir era limitada: por eso eran caros, claro. De ahí que ninguna de estas soluciones sea la que utilizamos hoy en grandes cantidades - piensa que, si un par de siglos antes de nuestra era ya había cierta falta de papiro, ¡qué pasaría tras la invención de la imprenta! El papel verdadero aún estaba por llegar.

Los inventores de “nuestro papel”, como de tantísimas otras cosas que utilizamos hoy, fueron los chinos. Aún no está muy claro el momento exacto en el que se fabricó por primera vez, pero los últimos descubrimientos arqueológicos sugieren que los chinos fabricaban papel hacia el año 8 a.C. El método chino consistía en coger residuos vegetales (al principio, de cáñamo, posteriormente de otras plantas como el bambú y la morera), romperlos en trozos pequeños y remojarlos en agua caliente, “cocinándolos” hasta que se reblandecían. A continuación se golpeaban con mazos para convertirlos en una pasta blanda y húmeda, que se comprimía para formar láminas finas y se dejaba secar: las fibras de celulosa, reblandecidas por el agua, se entrelazaban con los golpes de los mazos y quedaban pegadas una vez se secaba el papel.

 

Fabricación de papel
Fabricación de papel en la antigua China. Crédito: Wikipedia (GPL).

La principal ventaja del papel chino era que no dependía de un tipo específico de planta: casi cualquier cosa con celulosa, si se remojaba durante suficiente tiempo y luego se golpeaba con suficiente paciencia, podía convertirse en una pasta y posteriormente en láminas sobre las que escribir (por supuesto, unos tipos de papel eran de mayor calidad que otros). El principal problema, irónicamente, era el agua: hacían falta grandes recipientes llenos del líquido, que en algunas zonas de Asia no era fácil de conseguir.

La “receta” del novedoso papel se extendió lentamente por el resto del mundo: entró pacíficamente en Corea y Japón hacia el año 600, y no tan pacíficamente llegó a Samarcanda: el califato Abásida se enfrentó con la dinastía Tang en 751, en la Batalla de Talas, y los árabes consiguieron capturar a varios artesanos fabricantes de papel, con lo que lograron la receta de su fabricación. Una vez en Samarcanda, se extendió por todo el Imperio Islámico, y en 793 se fabricaba ya en Bagdad.

Naturalmente, algo parecido ocurriría de nuevo: las Cruzadas llevaron a los cristianos hasta Damasco, donde se encontraron con el papel de los árabes, que llamaron “charta damascura”, y quedaron enamorados de él. Sin embargo, los cristianos aún no empezaron a fabricarlo en Europa: no sé si porque no sabían hacerlo, o porque la industria del papel estaba muy desarrollada en el Oriente Medio y no tenía sentido empezar de nuevo en otro sitio. En cualquier caso, los pequeños reinos cristianos del Oriente Medio exportaron papel a Europa durante unos años, pero esto no duraría, puesto que esos pequeños reinos fueron reconquistados por el Islam uno por uno.

De hecho, el papel entraría en Europa definitivamente no desde el este, sino desde el oeste: la primera fábrica de papel europea fue creada en la España musulmana, en Jávea. Poco a poco, la técnica se extendió al resto del continente, y ya en el siglo XIII había otras fábricas en Italia, y posteriormente en Francia y Alemania. El papel había llegado a Europa justo a tiempo para su uso en otro invento chino: la imprenta. El Renacimiento podía comenzar.

De hecho, hay teorías que sugieren que el papel ha sido un motor del progreso cultural muy importante a lo largo de la historia: tanto en China, como en el Islam, como en Europa, la llegada del papel ha venido acompañada de un desarrollo intenso en muchas áreas, tal vez por el aumento en la disponibilidad de conocimiento.

Aunque numerosas fábricas de papel producirían este nuevo soporte para la escritura, la producción masiva de papel no empezaría hasta principios del siglo XIX y la invención de la máquina de vapor. La primera máquina moderna para fabricar papel (y el método que, con algunas modificaciones, seguimos usando hoy en día) llegaría hacia 1800: la máquina de Fourdrinier, llamada así por sus promotores, los hermanos Fourdrinier, que tenían una fábrica de papel en Londres. El sistema de los Fourdrinier es el siguiente:

En primer lugar, se cogen troncos de árbol y se cortan en piezas de tamaño uniforme, que la máquina descorteza. A continuación los grandes bloques de madera se cortan en trozos muy pequeños, que se meten en grandes depósitos llenos de agua y un compuesto químico (que suele ser un derivado del azufre) para “digerir” la madera, es decir, eliminar la lignina y liberar las fibras de celulosa . Esta mezcla de agua, trozos de madera y compuesto azufrado se “cocina” durante unas horas, con lo que se obtiene una especie de pulpa de celulosa.

A continuación, la pulpa pasa por unos rodillos de acero que la comprimen y entrelazan las fibras de celulosa (algo similar a los mazos de los métodos primitivos), que es ahora una pasta de color marrón. Para blanquearla se utilizan diversos compuestos químicos: cloro, hipoclorito cálcico y otros similares. Desgraciadamente, este blanqueado del papel produce numerosos compuestos tóxicos - si alguna vez has visto una papelera “tradicional”, sabes a lo que me refiero. Por otro lado, poco a poco se va mejorando en este aspecto, produciendo papel menos bonito pero menos dañino para el medio ambiente, y utilizando compuestos diferentes del cloro y sus derivados para blanquear el papel (como el peróxido de hidrógeno o el ozono). Para purificar esta pulpa aún más, se trata con sosa cáustica (hidróxido sódico).

Fábrica de papel moderna.
Fábrica de papel moderna.

Esta pulpa blanca purificada se lava (y a veces se le añade alguna cosa más para modificar su textura) y llega a la prensa, que elimina gran cantidad de agua utilizando rodillos. Para eliminar el resto del agua, se llevan las láminas de pulpa a una secadora, donde además suelen añadirse aún más sustancias para modificar sus características (como cola, resina o almidón). Finalmente, se hace pasar la pulpa comprimida y secada (que ya es papel) por otro juego de rodillos, donde alcanza su espesor final y se almacena en grandes carretes para transportar el papel y cortarlo.

¿Cuál será el próximo paso en la historia del papel? Aparte de convertirlo en un producto menos perjudicial para nuestro entorno, puede que desaparezca y sea sustituido por el papel electrónico o e-papel, si se desarrollan técnicas para poder no sólo leerlo fácilmente (lo cual ya existe), sino también escribir sobre el con la flexibilidad del papel normal. Veremos cómo evoluciona la tecnología, el precio, y cómo la acepta la mayor parte de la gente, que suele tener gran resistencia al cambio (echan de menos el olor del papel, y cosas parecidas). Yo soy más práctico que nostálgico, de modo que -si las características y el precio lo hacen eficaz- espero que el papel electrónico avance hasta sustituir al normal. Pero esto, desde luego, es una opinión personal.

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Créditos: Pedro Gómez-Esteban González. (2009). El Tamiz. Recuperado de: https://eltamiz.com/

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